Crímenes, nunca más.
Angelelli, junto a los sacerdotes
Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera
fueron asesinados salvajemente.
No hay que edulcorar la afirmación y
menos los hechos. Hasta acá, nada que celebrar.
Los asesinos militares y sus
cómplices civiles, judiciales y religiosos son culpables, gravemente culpables.
Nada que celebrar.
Pero tampoco nos quedamos en la
tragedia. Hay fuerzas trascendentes que nos impulsan a avanzar. Por eso
hablamos de “martirio”.
Cuando decimos que Angelelli, junto a
Carlos, Gabriel y Wenceslao, son mártires, estamos dándole a la muerte violenta
y tremendamente injusta, un sentido, un horizonte.
No para maquillar el desamparo, si no
para leerlo de manera combativa.
El mártir es un combatiente que,
arriesgando hasta su vida, la pierde.
Y esa tragedia la leemos como
victoria. Como testimonio y victoria. Como victoria y esperanza.
Los méritos del mártir no están en su
sangre derramada, en su dolor, en sus sufrimientos. Están en su amor llevado a
los extremos.
Un amor sin fisuras por los
sin-justica de ayer, hoy y mañana. Un amor indómito por la liberación de los
oprimidos, de ayer, de hoy y mañana.
No claudicar, no rendirse, no
escapar, no negociar, y seguir amando, cuando te amenazan de muerte, es una
victoria.
Esta victoria la hacemos memoria y
palabra urgente. No para repetir a Angelelli, estaríamos traicionando su
profundo espíritu abierto y renovador.
Hoy lo releemos desde nuevas
problemáticas y nuevas perspectivas, las ambientales, las de género, las de los
movimientos de la diversidad, los movimientos feministas, las de un mundo pluri
cultural y pluri religioso.
Venimos desde Córdoba. Hace 50 años
nos propusimos mantener las banderas de Angelelli en alto.
Y en estos días de celebración
militante, hay muchos que rechinan los dientes.
La Iglesia de Córdoba, primero con
Mons. Primatesta, y ahora con Mons. Ñáñez, siempre negaron, ocultaron o
escondieron, el asesinato y obviamente, el martirio de Angelelli.
Ahora intentan que la “beatificación”
nos deje un Angelelli inocuo, licuado.
Que su memoria subversiva deje el
paso a una memoria de estampita.
Nosotros decimos que Angelelli no es
un mártir eclesial, “de la Iglesia”, ni es mártir porque lo diga el Vaticano.
Es un mártir popular porque lo dice
su historia y lo repite gritando su pueblo.
Y cuidaremos que no se disuelva en
una altar o un santoral de almanaque.
No obstante, el reconocimiento
oficial de su martirio por el Papa Francisco nos entusiasma.
Los jerarcas cordobeses y los
sectores económicos, culturales, sociales y políticos de Córdoba, tan católicos
todos ellos, ya no podrán ocultarlo.
Negado por la Córdoba clerical,
militar, conservadora, la Córdoba de la familia judicial, de la Mediterránea,
del mal llamado “campo”.
Murmurarán en sus cuevas, pero
Angelelli vive, y resucita todos los días.
Estos sectores que quisieron matarlo
“dos veces”, con la brutalidad de la dictadura y con la brutalidad del
silencio, han sido derrotados, pero no del todo.
Por eso “seguimos andando” y
Angelelli a nuestro lado.
Grupo Sacerdotal Enrique Angelelli
Abril 2019