EN TI EL HUÉRFANO ENCUENTRA COMPASIÓN’
25 Marzo 2013
“En
ti el huérfano encuentra compasión”. Estas palabras del profeta Óseas
dicen, mejor que ningún credo ni dogma, quién era Yahvé, Dios, para los
pobres de Israel. Es la confesión verdadera de Dios. En esta eucaristía
las aplicamos a nuestro querido hermano Oscar Romero.
Nuestro
país es un país de pobres. Hombres y mujeres que no tienen mucho que
dar de comer a sus hijos, que no tienen donde vivir cuando la lluvia de
los temporales les destruye la casa, que van de puerta en puerta sin
encontrar trabajo, y tiene que arriesgar paz, familia y vida en otros
países. Estos hombres y mujeres en Monseñor encuentran compasión,
consuelo y esperanza.
Nuestro
país es un país de jóvenes, desaparecidos, secuestrados, asesinados día
a día, y que no encuentran trabajo. Ha sido un país de mujeres que
tenían que salir en guinda con sus tiernos en los brazos, y que sufrían
cuando sus hijos se iban de la casa, a la organización o al monte. En
Monseñor encontraban fuerza para vivir.
Y
muchos otros miles en El Salvador, en Guatemala, en Haití, en Colombia
han encontrado en Monseñor luz para caminar, generosidad para arriesgar,
llanto para llorar, risa para reír.
Fue
voz de los sin voz, defensor ex officio de los oprimidos, consuelo de
los que lloran. Todavía hoy le llamamos “pastor, profeta y mártir
nuestro”. Y con cariño hablamos de él como sólo hablamos de Dios .Y le
decimos: “Monseñor, en ti el huérfano encuentra compasión”. En Monseñor
muchos salvadoreños han encontrado al misterioso Dios que da fuerza para
vivir.
Y en los salvadoreños Monseñor encontró a su pueblo. Lo vamos a decir en palabras suyas:
II
Mirando
el sufrimiento de su pueblo en Egipto dijo Yahvé: “Siempre estaré con
ustedes”. Viendo el sufrimiento de los salvadoreños dijo Monseñor: “No
abandonaré a mi pueblo”. Y no fueron palabras vanas. Solía decir: “Con
ustedes correré todos los riesgos”. Y al presidente del país que le
ofrecía protección le contestó solemnemente: “Quiero decirle que, antes
que mi seguridad personal yo quisiera seguridad y tranquilidad para 108
familias y desaparecidos. Un bienestar personal, una seguridad de mi
vida no me interesa mientras mire en mi pueblo un sistema económico que
tiende cada vez más a abrir esas diferencias sociales”.
De
su dolor habló Monseñor en las homilías. “Hermanos, ya me duele mucho
el alma de saber cómo se tortura a nuestra gente”. Y las homilías las
preparaba así. “Le pido al señor durante toda la semana, mientras voy
recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignonimia
de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para
denunciar, para llamar al arrepentimiento”.
Creaba,
estrujaba el lenguaje, para que aflorase su dolor. “Esta semana se me
horrorizó el corazón cuando vi a la esposa con sus nueve niñitos
pequeños que venía a informarme. Según ella lo encontraron con señales
de tortura y muerto. Ahí está esa esposa y esos niños desamparados”.
Arremetió
contra los criminales, y más allá de la justicia legal y restaurativa
conminó a hacerse cargo de la vida de esos nueve niños: “Yo creo que el
que comete un crimen de esa categoría está obligado a la restitución. Es
necesario que tantos hogares que han quedado desamparados como este
reciban ayuda. El criminal que desampara un hogar tiene obligación en
conciencia de ayudar a sostener ese hogar”.
Y
la buena noticia de ese pueblo. En ese pueblo sufrido Monseñor Romero
encontró luz, cariño y amor. “Siento que el pueblo es mi profeta”. “El
obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo”. “Entre ustedes y
yo hacemos esta homilía”. “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor”.
“Me glorío de estar en medio de este pueblo”.
Razón tenía el padre Ellacuría cuando dijo: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.
III
Digámoslo
ahora brevemente en el lenguaje que en 1979 usaron los obispos en
Puebla. Puebla es conocida por la opción por los pobres. Pero habló
sobre todo del Dios de los pobres y de los pobres de Dios.
Dios
es el primero que ha hecho la opción por los pobres. La Iglesia no ha
inventado nada nuevo -y Dios cumple mejor que la iglesia con esa opción.
Y en esa opción de Dios hay dos cosas fundamentales que ojalá las
tengamos siempre presentes, y ojalá las reproduzcamos nosotros aunque
sea en pequeño.
La
primera es la gratuidad. “Por el mero hecho de ser pobres,
independientemente de su condición personal y moral, Dios los defiende y
los ama” (1143). El amor de Dios a los pobres es absoluto, sin
condiciones. Como decíamos antes “en Dios el huérfano encuentra
compasión”. Dios no reacciona a la bondad de los pobres ni a sus
méritos. Dios reacciona a su pobreza. Eso es lo que mueve el corazón.
La
segunda es salir en defensa del pobre, y quiero insistir en este punto.
Dios no solo ama y ayuda al pobre, sino que antes lo defiende -lo cual
no suele ser tenido en cuenta. Y es importante ver la lógica profunda en
esa actuación de Dios. Lo que hace que el pobre sea pobre –muy
fundamentalmente en nuestro mundo- es que tiene enemigos, adversarios.
Optar por el pobre es entonces enfrentarse con quienes les hacen pobres,
y es, por ello, entrar en conflicto con sus opresores. Optar por el
pobre es, no solo pero sí muy principalmente, luchar contra los
victimarios para que dejen de producir víctimas.
No
hay opción por los pobres sin decisión a defenderlos. Y por lo tanto,
sin una decisión a introducirse en el conflicto histórico. Esto no suele
ser muy tenido en cuenta. Ni siquiera teóricamente. Tampoco en
Aparecida. Pero, digámoslo una vez más: no hay opción por los pobres sin
arriesgar.
IV
Este
año el aniversario de Monseñor Romero coincide con la elección de un
nuevo papa, Francisco. Para terminar quiero decir brevemente dos cosas:
La
primera es mi deseo de que en él los pobres encuentren siempre
compasión. Que el papa nos ayude a nosotros a ser compasivos con los
pobres. Y que nosotros ayudemos al papa a ser compasivo con ellos.
La segunda es presentarle algunos deseos. Menciono cuatro que me parecen importantes, y que espero sean de su agrado:
1.
Que proclame que la Iglesia es Iglesia de los pobres, y que escuche con
alegría el aplauso de Juan XXIII, quien descansa en paz en una tumba
cercana a su aposento papal.
2.
Que de una vez por todas enaltezca a la mujer y resuelva valientemente
el problema de la mujer en la iglesia. Y que con las mujeres dentro la
Iglesia sea mejor partera de humanidad.
3.
Que no abandone la modesta cruz que lleva al pecho. Y que comience a
dar pasos para dejar de ser jefe de Estado. Y así, que haga de la
iglesia un pueblo que camina, con tanteos, hacia Dios.
4.
Que canonice sin necesidad de repetir fórmulas y sin quedar aprisionado
en normas, a todos los mártires y a todas las mártires de la justicia
en el seguimiento de Jesús. Y si busca un nombre para que todos ellos y
ellas tengan nombre, desde aquí le ofrecemos muy humildemente el nombre
de Monseñor Romero y el nombre de los mártires de El Mozote. Y que él
añada muchos otros nombres de hombres y mujeres -y de pueblos
crucificados- que han dado su vida por amor como Jesús crucificado y
como el siervo sufriente de Yahvé. Con todos ellos y con todas ellas
Dios ha pasado por este mundo.
Que Monseñor Romero le ayude al papa Francisco. Y que nos ayude a todos nosotros a parecernos a Jesús de Nazaret.
SAN SALVADOR (EL SALVADOR).
No hay comentarios:
Publicar un comentario