Una Iglesia
amnésica[1]
Amnesia eclesial
en Córdoba
Profanación de
la memoria martirial
Desde el 2008, cuando el Juzgado Federal N°
3 de Córdoba Capital, a cargo de la jueza Cristina Garzón de Lascano, resolvió
elevar a juicio oral una causa por delitos de lesa humanidad cometidos durante
la última dictadura militar, que contaba entre los imputados al represor
Luciano Benjamín Menéndez, hasta hoy, la Iglesia de córdoba se niega sistemáticamente
a reconocer la importancia ética de estos juicios.
No sólo no ha sido capaz de
autocrítica por el rol cumplido durante los diversos procesos dictatoriales
sino que sigue negando, desde el silencio puntilloso, una larguísima historia
de sufrimiento.
Comete, en términos religiosos,
un pecado mortal, porque niega y profana la memoria de Jesús asesinado. De esta
manera, se niega a sí misma porque la comunidad de fe tiene sentido como
comunidad que “en memoria de las víctimas” busca justicia y se “afecta” ante el
sufrimiento inocente de los otros.
Es bochornosa esta necedad
eclesial que le impide sumarse y reconocer el valor profundamente humano y por
lo tanto profundamente cristiano, de este largo camino en la búsqueda de
justicia.
Da la sensación y no solo la
sensación, que a esta Iglesia se pone por encima de las instituciones de la
república y actúa con un total desprecio por sus decisiones.
Sin memoria
martirial no hay fe cristiana auténtica, por eso, en términos estrictamente religiosos cristianos, esta
mudez no solo atenta contra los valores humanos, si no que deja estéril la raíz
de la identidad cristiana: la solidaridad con las víctimas inocentes.
Primero los
derechos de Dios
Era una frase de Primatesta recurrente cada
vez que se hablaba de los derechos humanos. Ñañez la hizo carne.
Su complicidad
desde el silencio es inocultable. Carlos Ñañez no ha expresado jamás el
beneplácito o su apoyo a los juicios que se llevan en Córdoba por “memoria,
verdad y justicia”.
Los juicios son
un hecho inédito en toda Latinoamérica, por su amplitud y profundidad, un
emblema para toda la Argentina y ante las naciones del mundo de dignidad y
equidad. Proceso judicial sin el cual es absurda la tan pretendida
“reconciliación” predicada por los obispos.
Nunca una
homilía, un texto, una declaración, nada. Los organismos arquidiocesanos no
rompen ese silencio vergonzoso.
Jamás se ha
realizado algún gesto, discurso o celebración para el Día de la Memoria la
Verdad y la Justicia vigente desde el 2
de agosto de 2002, cuando el Congreso de la Nación Argentina lo estableció con
fuerza de ley. Mucho menos para el 10 de Diciembre, día internacional de los
derechos humanos.
Los derechos humanos no son un tema relevante
para la Arquidiócesis que pastorea Carlos Ñáñez. Por el
contario es un tema “molesto” para los pasillos episcopales.
En este contexto
tampoco llama la atención que esta Arquidiócesis no tenga un organismo de
"Justicia y Paz", como debiera tenerlo tal como existe en el Vaticano
y en la Conferencia de Obispos Argentinos. Recordemos que se sugiere su
implementación desde el Concilio Vaticano II en la década del 60.
Organismo que
debiera claramente opinar en temas conflictivos y que tiene la responsabilidad
de intervenir en estos temas jugando un importante rol a favor de los más
pobres.
Lamentable corolario
Angelelli no
existe
Aunque
un domingo caiga 4 de Agosto, fecha del asesinato de Enrique Angelelli, Ñañez
se encargará de obviar, ocultar, invisibilizar a su colega obispo.
Ni
siquiera para mencionarlo en el momento donde se recuerda a los difuntos, para
pedir por la salvación de sus almas.
Para
Ñañez, y también para el actual obispo auxiliar Pedro Torres, su hermano obispo
no existe, ni vivo ni muerto. La negación es meticulosa, prolija, contundente.
En
esa semana, la primera de Agosto, se estableció como “semana sacerdotal” porque
casualmente, se recuerda también el 4 de Agosto, al santo Cura de Ars, San Juan
María Vianney, patrono de los párrocos.
En
esa ocasión, la arquidiócesis envía a todas las parroquias y otras
instituciones católicas, textos, oraciones, sugerencias de lectura, de
meditación, reflexiones, invocaciones, toda una andanada devocional. Pues bien,
en todo ese abundante material, nunca hay una mención de Enrique Angelelli.
Un silencio sepulcral, sistemático, metódico y desfachatado en torno a la memoria, vida y obra de Enrique Angelelli, obispo mártir, aún cuando el Episcopado Argentino tímidamente vio con buenos ojos que se reabriera su causa en la Justicia.
Un silencio sepulcral, sistemático, metódico y desfachatado en torno a la memoria, vida y obra de Enrique Angelelli, obispo mártir, aún cuando el Episcopado Argentino tímidamente vio con buenos ojos que se reabriera su causa en la Justicia.
Pero la actitud realmente repudiable,
despreciable, y que merece aún más nuestro más enérgico aborrecimiento es que,
tanto en el Domingo anterior, durante homilía de Ñáñez, y el domingo posterior,
en la homilía del obispo auxiliar Pedro Torres, de la sentencia del Tribunal
Oral Federal Penal de en la Rioja el viernes 4 de Julio, donde se condena como
autores mediatos a Luciano B. Menéndez y Fernando Estrella, no fueron capaces
de romper ese silencio mendaz.
Negaron su vida profética, negaron su crimen de lesa humanidad, ahora quieren seguir negando la verdad histórica, siendo absolutamente incapaces de arrepentimiento, de transparencia, de conversión.
Si no lo dijéramos, seríamos cómplices del silencio.
Negaron su vida profética, negaron su crimen de lesa humanidad, ahora quieren seguir negando la verdad histórica, siendo absolutamente incapaces de arrepentimiento, de transparencia, de conversión.
Si no lo dijéramos, seríamos cómplices del silencio.
Lavarse las manos
Esta amnesia
eclesial repite el gesto obsceno del prefecto Poncio Pilato cuando ante la
posibilidad de decidir a favor de un inocente, de una víctima, se “lava las
manos”.
Los crímenes de lesa
humanidad siguen lastimando e hiriendo los cuerpos y la piel de aquellos que no
se resignan a tanto horror.
Esta Iglesia
cordobesa continúa hoy lavándose las manos y paradojalmente, se las mancha con
sangre de manera ininterrumpida.
No solo es entonces
participe necesaria de tanto horror, si no que se envilece como comunidad “de
memoria martirial” y corrompe el núcleo de la fe en Jesús: hacerlo todo en su
memoria, la memoria de una víctima inocente.
Nicolás Alessio,
teólogo
Julio 2014
[1]
Nota: Esta reflexión fue escrita en el mes de
Julio, en estos días, ya en la primera semana de Agosto, en la página oficial
del Arzobispado, leo con atención: "El próximo lunes 4 de agosto día del
Párroco, nuestro querido Beato Cura Brochero será proclamado vice patrono del
Seminario Mayor de Córdoba Nuestra Señora de Loreto. La celebración de la
eucaristía tendrá lugar a las 12 horas en la Capilla del "Seminario Mayor
Nuestra Señora de Loreto". Monseñor Carlos Ñáñez Arzobispo de Córdoba,
Monseñor Pedro Torres Obispo Auxiliar y la comunidad del Seminario Mayor
invitan a todos los cordobeses y en especial a los sacerdotes a participar de
esta celebración." Como era de esperar, ni por error es nombrado Enrique
Angelelli, la mediocridad hipócrita de sus colegas obispos, parece no tener
límites. Tanta mezquindad obscena y
tan agraviosa complicidad no puede quedar impune.
No hay comentarios:
Publicar un comentario