Navidad
Dice textos sagrados que la doncella fue visitada por un militante de fuego.
Sus palabras fueron enigmáticas y perturbadoras.
La sombra te cubrirá. Serás fecundada por su poder. Serás madre.
La doncella vivía las ausencias dolorosas, ausencias de su pueblo. De panes y peces. De mieles y perfumes. De placeres y cuerpos. De caricias y de futuros.
En su garganta latía el canto de sus ancestros: derriba a los poderosos, libera a los expoliados.
Algo comenzaba a crujir en la barbarie del palacio romano y del templo judío.
Una sombra cubre ausencias porque está presente. No es poca cosa estar presente cuando vienen amenazando de muerte. O cuando vienen crucificando.
Las presencias son imprescindibles. Como cuando otros militantes de fuego se presenciaron ante los humillados y maltratados pastores del desierto.
Vayan y vean. El gran Presente está con ustedes. Como aquel que se ha dado, entregado, ofrecido.
El sufrimiento de los esclavos no fue indiferente entre los dioses de las alturas y los dioses de los abismos. Ellos se presentaron a reclamar libertad para sus hijos lastimados.
Duelen las ausencias de los que nos quitaron. De los desterrados y de los que todavía buscamos.
Pero somos sombra que impele para dejar atrás rostros ensombrecidos. Replicando en cada lugar y frontera las presencias que curan del olvido y de los cómplices. También nosotros nos presentamos ante cuanto tribunal sea necesario.
La cueva del recién nacido es lugar de las sombras radiantes que cobijan ausencias y gritan libertad a los heridos.
La doncella ha parido al Gran Presente para que pueda batallar en todas las constelaciones.
No más penumbras cantaban los profetas.
Y así fue.
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