sábado, 26 de enero de 2013

Desde los pobres ¿Una perspectiva en desuso?

Desde los pobres ¿Una perspectiva en desuso? Pbro. Nicolás Alessio ¿Hemos olvidado en las barriadas militantes y en las academias sesudas aquello que alguna vez pareciera fuera tan importante, como cuando afirmábamos la necesidad de trabajar y soñar “desde” el pueblo, “junto, con y para“ el pueblo ? Quisiéramos que no. El tema de los pobres no es ni fue una “moda”. Se trata de una cuestión ética, mística y política. Por eso esta reflexión. Y nos desafía el primer gran interrogante. ¿Qué significa “desde”? Entendemos que intentar vivir honestamente este “desde” exige diversas sintonías y conflictos . Vamos a desgranar el tema. Territorio y partidas “Yahvé dijo a Abrahán: Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tus padres, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y sé tu una bendición. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan” Gen 12, 1-3 Por lo pronto hay una posibilidad geográfica. Para vivir ese “desde” debo desarraigarme. La lógica del misionero clásico. Partir para trabajar en una comunidad africana, asiática, del “primer mundo” a los mundos marginales. O cuando decidimos ir a militar en un barrio empobrecido. Me “pongo” en el lugar, en el territorio, del pobre. Es el presupuesto primero para acceder a “la bendición”. El “bien vivir” señalado por Evo Morales, eso es la “bendición” . Es un paso importante, pero muy pronto nos damos cuenta que es insuficiente y ambiguo. Hay muchas maneras de “estar” entre los pobres y no siempre a su favor. Algunos, se embarran en el territorio de los pobres, con cierto voluntarismo inocente. Otros para utilizarlos, manipularlos, explotarlos. Estos, con la deliberada intención de “servirse” de los excluidos, y los otros, por incapacidad o ingenuidad. Debemos reconocer que muchos militantes sociales, religiosos, políticos, cuando llegan al territorio del los pobres, llegan sin tomar conciencia de ello, como “conquistadores”, con todas las respuestas a las preguntas y necesidades que, se supone, tienen los pobres. O simplemente se llegan a la casa del pobre para hacer, un “trabajo de campo”, exigido por la cátedra que les dará el título de “trabajador social” o el prestigio de una importante investigación. O, cuando no, el trabajo clientelar del puntero barrial, también manipulado por los dueños del aparato partidario. La sintonía territorial, cuando es vivida sinceramente, es encarnación. Lo que exige empezar un sano destierro de la propia cosmovisión. Se trata de ir dejando seguridades, estabilidades, para “tocar” el suelo de los pobres . Una actitud de permanente “partida”. También debemos advertir que, la presencia física, cómo hábitat permanente, no es condición necesaria para vivir el “desde”. Sería una ingenuidad romántica que todos nos fuéramos a vivir a una villa miseria, a una favela. Los pobres no necesitan que les “ocupemos” físicamente el territorio. El “estar” en el “lugar” de las víctimas tiene que ver con opciones, actitudes, afinidades, acentos, prácticas, pertenencias y, obviamente, asumir la historia de sus luchas y desvelos. Miradas y voces “...se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo: -Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Si Padre, pues tal ha sido tu gusto-” Lc 10, 21 Aquí se trata de observar la realidad como la observan los pobres. Mirar con los ojos de otros. Mirar desde sus perspectivas. Esta mirada es la que permite “entender” a los pobres. No siempre los comprendemos, muchas veces los justificamos, los disculpamos, o simplemente los soportamos. Mirar la realidad con otra mirada es también enriquecer nuestros criterios analíticos y, muchas veces, convertir nuestra “inteligencia”. Asumir la “racionalidad” del diferente. Es otra manera de conocer y dejarse ganar el corazón. Hay una “luz” diferente en los ojos de los pobres. Aquello de la “sabiduría popular” no es una frase vacía. Aquí debemos renunciar a nuestras seguridades estudiadas, dejarnos cuestionar, aquí debemos aprender a ser discípulos. Aquí se relativizan nuestros títulos, cursos, experiencias, o haberes teóricos. No los negamos, somos lo que somos, pero los flexibilizamos. Se nos exige audacia gnoseológica y una honda capacidad de autocrítica. Además de “tocar” el suelo de los pobres, se trata de ver lo que ellos ven, de oír lo que ellos oyen, de decir lo que ellos dicen. Hay que descifrar el lenguaje, el texto, el relato del pobre. Hay que gustar sus narraciones, dichos, sentencias. El mundo del pobre es hoy complejo y dinámico, plurifacético y versátil. Hay que estar muy alertas para no cosificar una pretendida “identidad” de los pobres. Debemos empezar a dejar de ser su voz porque tienen su propia palabra, múltiples palabras. Esas palabras deben ser pronunciadas. Hay una hermenéutica desde las culturas del pobre que debemos hacer nuestra. Afectos y heridas “¿Qué quieres que haga? El le dijo: -Señor, que vea-“ Lc 18, 41 El querer de los pobres debería ser nuestro querer. ¿Qué quieren los pobres? ¿Cuáles son sus anhelos, sueños, esperanzas, deseos, expectativas? Muchas veces suponemos el querer de los pobres. O lo manipulamos, o lo instrumentalizamos, o lo degradamos. Debemos preguntarles. Debemos oírlos. Debemos oír sus silencios y su riquísimo mundo gestual. Debemos saber que muchas veces dicen lo que nosotros queremos oír y no dicen lo que realmente sienten. Porque saben de nuestras tareas y taras. Ya han memorizado nuestros discursos. Ya han padecido nuestras “solidaridades”, nuestros “programas sociales” o nuestras “redes de contención”. Se trata de discernir el hambre y la sed de los pobres. Se trata de auscultar sus vísceras. Se trata de entender que muchas veces aspiran en otro compás. Sus respiros no son los nuestros. El suspiro es diferente. Ni sus melodías, ni sus ritmos son los nuestros. Este querer de los pobres, nutrido desde las barricadas, también tiene que ver con sus tristezas, sus angustias, sus dolores. Se trata de reconocer, entender y sentir las heridas en la piel de los pobres. El don de fiesta de los pobres no debe confundirnos. La fiesta es una pausa, un permiso para gozar de tanto en tanto. Un gesto de desobediencia para los prudentes, de resistencia en el socavón, pero no alcanza para ni siquiera maquillar la desventura. Sintonizar con los afectos de los pobres es sintonizar con sus lastimaduras sin pretender “sublimar” su dramaticidad. Casa y olores “Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: -Ahí tienen a un comilón y a un borracho, amigo de publicanos y pecadores-” Mt. 11, 19 La pobreza no es atractiva. La pobreza, la exclusión, es insoportable, desagradable, molesta. No hay ninguna posibilidad de vivir el “desde”, sin la capacidad de oler lo que huelen los pobres. De comer y beber lo que ellos beben. La pobreza es promiscuidad, es contaminación, es violencia, es mugre, es delincuencia, es degradación. No hay que idealizar la casa de los pobres ni a los pobres. No es lindo vivir de los desperdicios. Trabajar, vivir, sentir “desde” es hacernos cargo de estas miserias. A veces intentamos perfumar a los pobres. Porque nos cuesta tolerar lo intolerable. La comida de los pobres es agria y escasa. Tal vez, cuando solo vamos a reunirnos con los pobres, no percibimos tanta vulnerabilidad. Porque ese día, cuando son visitados, ellos mismos tratan de disimular la pobreza, porque nadie saborea a gusto la indigencia. En esta sintonía se puede vivir un “desde” que sea realmente político, liberador. Porque entenderemos la tragedia de aquellos que son víctimas y será insoportable poner solo anestésicos a tanta locura. Aquí reside la mística fundamental . Y nos daremos cuenta que las limosnas, las migajas, si no van acompañadas de una aguerrida búsqueda de transformación política, es solo autocomplacencia. Es cierto que dar el vaso de agua al sediento no quedará sin recompensa, pero debemos evitar que alguien acapare el agua. Por eso no se trata de ser peregrinos en los suburbios, se trata de quedarse, de permanecer, de poner nuestra carpa en los basurales. Se trata de pasar de los “derechos humanos” a secas, al “derecho de los pobres”. Búsquedas y corazonadas “...donde esté tu tesoro, estará también tu corazón...” Lc 12, 33-34 El territorio, la mirada, la casa, los olores, los textos, el ethos de los pobres, hay que buscarlo. Escudriñarlo en el lento discurrir del tiempo. Tiempo de encuentros y desencuentros. Un tiempo para cada cosa. Hay metodologías, hay técnicas, hay recursos, hay una pedagogía para este abordaje. Pero son solo instrumentos. Absolutamente válidos. Pero instrumentos. La encarnación en el mundo de los pobres no es el resultado de una buena técnica o de una prolija programación, supone ética y mística. La sintonía con la risa y el llanto de los últimos no es el resultado de una eficaz investigación. Se trata de connaturalidad, se trata de hondura espiritual. Se trata de vibraciones en común. Se trata de armonías dialécticas. Se trata de biorritmos afines. No se trata solo de estrategias, se trata de ética política. No se trata de recursos económicos, se trata de presencia. Se trata de “estar-sintiendo”. Y para ese “estar-sintiendo” hay que desnudarse, a tiempo y destiempo. Se trata de vivir en el margen, en la cornisa, se trata de respirar e inspirar otras sales y otros dulces. Se trata de “quitarse las sandalias” para pisar un territorio donde, de una manera particular, los dioses y las diosas merodean. Una tierra ensangrentada que debe ser besada con unción. Se trata de esa porfía porfiada que siente y sabe que desde el perdido, el desanimado, el que quedó herido al margen de los caminos, desde los que se encuentran en plazas vacías, en los cruces de los caminos, las víctimas, los miserables, expoliados, negros, nativos, homosexuales, diferentes y avergonzados podemos encontrar, descubrir, percibir, retazos de vida, savia, fibras, energías, colores, texturas y nuevos perfumes. Entonces… Hubo un tiempo de más pobres. Otro de menos pobres. Y un debate interminable de cifras, estadísticas, censos. La pregunta por el “¿cuántos son?”. Puede ser una pregunta importante. Pero también puede ser una pregunta para no hacernos cargo. Los pobres existen, comen, duermen y hacen el amor entre nosotros. Por eso insistimos, el “desde” no es, no fue, ni será una moda setentista tercermundista. Es un imperativo ético y político. Entonces sí, vivida de esa manera, desde esa territorialidad del “estar sintiendo”, se podrá alumbrar otra sociedad posible, otro Abya Yala posible, otro mundo posible, ó, al menos, no dejar de intentarlo.