jueves, 13 de septiembre de 2012

Nueva ofensiva vaticana a 50 años del Vaticano II

Nueva ofensiva vaticana a 50 años del Vaticano II Benedicto XVI y el Año de la Fe El pancatolicismo No es algo nuevo. La pretensión hegemónica de dominio ético-cultural a nivel planetario de las cúpulas romanas-vaticanas tiene una larga trayectoria. Jamás se desprendieron de aquella costumbre de coronar a los monarcas. Costumbre nada evangélica, por cierto. Lo que significa un poder que se considera absoluto, por encima de todo otro poder. Y es simple ¿qué por encima de Dios? Juan Pablo II lo decía con mucha claridad y lo repetía de manera abundante . Es uno de los ejes de todo su pontificado. La verdad última sobre la vida del hombre la ha recibido la Iglesia y la Iglesia tiene que “ofrecerla” al mundo como un “servicio”. Solo ellos tiene la “verdadera sabiduría” que necesita “el hombre contemporáneo” . El “Año de la fe” convocado por Benedicto XVI será el marco de una nueva ofensiva pancatólica. Nosotros estamos convencidos que es la Verdad la que libera, como dijo Jesús, y no el Vaticano. Ellos, están convencidos de absolutamente lo contrario: el Vaticano libera, porque es depositario de “la” verdad. Por eso, disciplinar y adoctrinar son las consignas fundamentales. Todas apuntando a fortalecer la "cultura-identidad católica" donde se ha perdido o está en riesgo de disolución, desde la "hermenéutica correcta" del Concilio Vaticano II y obvia decirlo, la única “hermenéutica correcta” es la Vaticana, no cabe la posibilidad de “otras” hermenéuticas. El instrumento privilegiado de la avanzada será el Catecismo . Nada debe quedar fuera de los marcos éticos, morales, culturales de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Y a la fe se le debe “obediencia”. No es discutible. Hay que “someterse” . Las pretendidas corrientes que pugnan por una moral autónoma, heterónoma, que no estén bajo la tutela de ninguna religión, son solo extravíos. Algo puede la razón humana por sí misma, pero solo la obediencia a la fe podrá liberarla de sus limitaciones, y llevarla por caminos sin tropiezos hasta “el final” . Todo el género humano, el verdadero sentido de la existencia, todos los deseos de la historia, todo, absolutamente todo, tiene en Cristo su centro, su eje, su sentido, su fin . Nada tiene un valor pleno por o en sí mismo. Toda la realidad humana y la realidad cósmica solo se pueden entender en plenitud “en Cristo”. Lo que más se puede conceder a otras religiones, otras iglesias, otras filosofías, otras ideologías, otras maneras de conocer es ser “preparación para”, “anticipos de”, tan solo “semillas” de la auténtica palabra-verdad verdadera. Solo eso. El documento “El Esplendor de la Verdad”, de Juan Pablo II, no deja lugar a dudas. Absolutamente toda la verdad, no solo la estrictamente religiosa, sino también la “verdad moral”, aquella que tiene que ver con la conciencia del hombre, con sus deseos, con sus actitudes, con su manera de vivir, su manera de organizar la convivencia social, con su manera de entender el sexo, la familia, la justicia, los grandes interrogantes de la existencia humana, el fin último de la existencia personal, “el misterio del hombre”, las realidades culturales, están bajo la guía estricta de la Iglesia , caen dentro del poder normativo eclesial. Todo intento de reflexionar, pensar, sentir, vivir una “moral” , una “ética” que no se encuadre bajo la guía de la jerarquía católica, no dejará de ser, como mucho, insuficiente, precario, ambiguo, cuando no, destructivo . Esos intentos son tan solo un camino, una ayuda, un esfuerzo, pero siempre lejos de la verdad plena. Dicho de manera simple, pero no desacertada, si alguien quiere honestamente conocer la verdad, “la verdad completa”, no puede dejar de someter su sano juicio a lo que la Iglesia romana vaticana, a través del “magisterio” (palabra no inocente pero muy frecuente de documentos oficiales), diga, sentencie o sugiera . Desde estas premisas, pre-conceptos dogmáticos, cerrados, duros y, al final, posturas altaneras, se juzga la realidad y se concluye de manera categórica. La crisis de civilización es “descristianización” , una de las maneras que gustan los pontífices para referirse e interpretar todas las calamidades que sufrimos como humanidad. Se ha puesto en crisis el ordenamiento católico romano, y con ello la pérdida de los valores fundamentales que, digámoslo nuevamente, solo en Cristo tienen su plenitud . Lejos de la tutela, la mano amorosa de la “madre” Iglesia, solo queda el caos, el desconcierto, la ruina. Pablo VI, que fuera un hombre de profunda esperanza y abierto al diálogo, no dejaba de señalar que una de las características de la sociedad de su tiempo era ser “…desacralizada, sin alma, sin amor…”. Lo que significa, en buen romance, sin respeto al Dios Católico . Todos los males de este mundo en este momento histórico tienen una única razón fundamental y nítida explicación: el olvido de Dios y por ende la pérdida del sentido del pecado, de lo que está bien y de lo que está mal. Pero atentos, no de cualquier Dios, estamos hablando del Dios “único y verdadero”, que tiene sus guardianes, custodios, lugartenientes en Roma, más precisamente en el Vaticano. Por eso, la apuesta es que solo el regreso al Dios presentado por sus custodios y voceros, podrá alumbrar justicia, solidaridad y paz en cada rincón de nuestra herida humanidad y en cada rincón de la conciencia de los hombres. El Dios Católico está ausente y junto a su ausencia todos los valores morales que se han olvidado, perdido o cuestionado severamente, primero por la modernidad y luego por la pos-modernidad. Sobre todo lo relativo al sexo, al matrimonio, a la familia, a la libertad, a la conciencia personal, a los derechos humanos. Si el mundo se convirtiera nuevamente al Dios Católico, tratando de vivir según sus preceptos y mandatos, bien derecha andaría la humanidad perdida. Hay que superar la cultura “secularizada”, el “olvido de Dios” , de lo contrario no encontraremos el destino de la historia y el sentido de la existencia humana sería un “enigma insoluble” (Cfr. Fides et Ratio n° 12) A recuperar este lugar perdido apunta la convocatoria a una “nueva evangelización”, tema del próximo XIII Sínodo de Obispos de todo el mundo, en el marco del “Año de la Fe”. Se trata de una estrategia bien diseñada, con tiempo, con documentos, con consultas. Esta “metodología” minuciosa del vaticano es envidiable, dicen los “Lineamenta” (doc. Preparatorio para el Sínodo): “…después de haber consultado al Episcopado de todo el mundo y después de haber escuchado al Consejo ordinario de la Secretaria General del Sínodo de los obispos, he decidido dedicar la próxima Asamblea General Ordinaria, en 2012, al siguiente tema: Nova evangelizatio ad christianam fidem tradendam, La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” . O sea, un Sínodo preocupado por la “doctrina” (la fe) y no por los empobrecidos de este mundo. Es una apuesta mayor a la de la “Cristiandad”. Aquellos que soñaron y apostaron a constituir un mundo cristiano, una civilización cristiana, una cultura mundial cristiana, entendían que los valores humanos encontrados en el cristianismo eran suficiente fuente para dejar atrás odios, enemistades y guerras fratricidas. Una civilización nutrida del impulso moral cristiano es suficiente para construir, en lenguaje más eclesial, la “civilización del amor”. Pero eso no alcanza. Los “valores cristianos” solo se pueden presentar, entender, creer, asumir, vivir, desde la comprensión que tiene el Vaticano. No se trata de cualquier cristianismo, se trata del vaticano-romano. Se valoran los intentos sanos de otras corrientes y comunidades cristianas, incluso de religiones no cristianas, para señalar sus propios códigos éticos, pero son solo eso, “intentos sanos”. Solo la fe, la “revelación”, tal como la presenta la iglesia católica, “purifica” la razón . De lo contario, se pierde en el error, el desvarío, las tentaciones “mundanas”. La reciente condena de la Congregación para la Doctrina de la Fe que ha dictaminado que la Hna. Margaret Farley “se aleja de la doctrina católica sobre el papel del magisterio y sobre la moral sexual enseñada por la iglesia en relación a la masturbación, los actos homosexuales, las uniones homosexuales, la indisolubilidad del matrimonio y el problema del divorcio seguido de nuevas nupcias civiles” son solo un dato más de este intento de encorsetar la conciencia de la humanidad bajo los criterios morales católicos, porque, de lo contrario su “divulgación podía causar grave daño a los fieles”. Por todo esto no debe extrañarnos cuando el episcopado argentino pone toda la carne en el asador para que cada ley de la democracia argentina se adecue a su pensamiento. Las presiones sobre las reformas al Código Civil, como lo fueron las ejecutadas sobre la Ley del Matrimonio Igualitario y mucho antes frente a la ley de divorcio civil, son también solo un botón de muestra de este intento “pancatólico”. Intento condenado al fracaso en una humanidad que no necesita de “expertos iluminados” que deban señalar autoritariamente lo que se debe o se puede hacer o dejar de hacer. Una humanidad que ya aprendió a caminar buscando sus propios caminos y criterios para vivir, respetando la pluralidad de voces, de intentos, de búsquedas. Una humanidad que tiene mucho que cuidar de sí misma, pero que sabe que no será sometiéndose a ningún autoritarismo que podrá lograr mayor dignidad y libertad. Al contrario. Pbro. Nicolás Alessio, teólogo Setiembre 2012

1 comentario:

  1. Gracias por leer el articulo anterior, pero es evidente que nuestras perspectivas son totalmente distintas. Un abrazo.

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